domingo, 22 de agosto de 2010

El derecho del consumidor II



Las prácticas monopólicas y desleales utilizadas por jugos Del Valle contra Boing! no son una nueva estrategia de Coca-Cola, ya antes las había usado para sacar a Big Cola del mercado. A mediados de 2008 un grupo de tenderos denunció a la transnacional por imponerles exclusividad, presionarlos para no vender bebidas de la refresquera peruana, así como por “coerción e intimidación de dueños de puntos de venta, coacción mediante pagos y promociones, y retiro y destrucción de propaganda y mercancía de Big Cola”.

Los de Coca-Cola llegaron incluso a cambiar una caja de Big Cola por dos de su producto, para después tirar el líquido a la coladera, con tal de que no se ofrecieran las bebidas de la competencia que ganó presencia entre los consumidores gracias a sus presentaciones jumbo que le hicieron ganar clientes en los pueblos pequeños y entre la gente de pocos recursos. La Comisión Federal de Competencia (CFC) intervino y después de un largo juicio, multaron por 16 millones de dólares a The Coca-Cola Company y sus principales distribuidores en México.

Sin embargo, la Big Cola no se recuperó del golpe, a tal grado que ya casi no tiene presencia en el mercado y apenas si se ve en los aparadores, aunque su impacto en la industria fue tan grande que las otras refresqueras comenzaron a luchar para ver quién vendía las botellas más grandes llenas de agua azucarada con gas. Por eso ahora podemos encontrar envases hasta más de tres litros, y a pesar de que esto parezca un beneficio para el consumidor, es una causa de que los mexicanos seamos los que más toman refresco en todo el mundo y de que el problema de la obesidad se haya vuelto tan grave en los últimos años.

Según la política “por una libre competencia” de Coca-Cola, cuyo acatamiento fue una condición para que la CFC aceptara la compra de jugos Del Valle, la empresa no podrá “restringir artificialmente la diversidad de marcas que un cliente esté dispuesto y pueda manejar”, ni “realizar consideración alguna sobre el espacio que se les proporcione a los refrescos de The Coca-Cola Company, ya sea en el anaquel o en el equipo de refrigeración”. Es claro que el acuerdo no se ha cumplido, no sólo en detrimento de Pascual, sino de los compradores.

Cabe decir que las prácticas de exclusividad no sólo se presentan en la industria refresquera, también en la cervecera, lo cual limita la libertad de elegir del consumidor entre una marca y otra, y se enfrenta a que le vendan algo que no le gusta pero tiene que comprar porque no hay otra mercancía. ¿Cuántas veces ha ido al Estadio Azteca y sólo hay Sol? Esta cerveza tiene la mejor publicidad (ya lo vimos en el Mundial de futbol), pero es de las peores del mercado (¡qué ironía!): más allá de sus campañas no tiene nada bueno.

De igual forma, en los Oxxo –propiedad de Coca-Cola Femsa– nada más venden bebidas de la Cuauhtémoc-Moctezuma. En la mayoría de los bares y antros podemos elegir sólo bebidas de una compañía cervecera. ¿Y si me quiero emborrachar con Indio y Corona, con XX Lager y Victoria, con Tecate y Modelo? Seguramente quedaría como caguama fumigada y al otro día no me levantaría; sin embargo –es triste decirlo–, eso nunca podría suceder: es imposible, salvo que compre unos cartones de cada una y me los lleve a la casa.

Pero aquí le dejo: empecé hablando de comida callejera, seguí con Boing! y terminé con bebidas alcohólicas. No creo que ese camino lleve a nada bueno.

Posdata. Se me olvidaba comentar que después de reclamarle a la señora de los tacos por no tener Boing! en su refrigerador, la próxima vez que la visité ya tenía de nuevo de mi bebida preferida, aunque escondida entre los refrescos de la Coca-Cola.

morel

miércoles, 18 de agosto de 2010

El derecho del consumidor I


No hay mejor bebida para acompañar una torta carrereada rellena de grasa y embutidos, unos tacos al pastor con salsa verde, cilantrera y bien picante, un caldo de gallina vieja y pellejuda, unas gordas chicharroneras (ejem) con harta lechuga, unas quesadillas con más cebolla que pollo, unos sopes con sus frijolitos y un bistec seboso encima, unas memelas talla gigante de tortilla azul y con queso tipo plástico… En fin, no sigo porque esto no es un recetario; lo que quería decir es que no hay mejor bebida refrescante para maridar estos apetecibles alimentos que un Boing!

Sí, un Boing! –no un refresco, no una Coca ni un jugo Del Valle– es mi favorito a la hora de las comidas callejeras, y advierto que no trabajo para la empresa. Apuesto a que mucha gente coincide conmigo. Lamentablemente, en los últimos meses he tenido problemas para ejercer mi derecho como consumidor, ya que no se me ofrece la posibilidad de elegir entre un líquido y otro, entre una marca y otra, lo cual me provoca un verdadero enfado.

Resulta que, en los puestos donde regularmente como, le han quitado la opción de tomar Boing! a sus clientes. Pero ellos no cargan con la culpa, sino la principal empresa embotelladora y refresquera de México: Coca-Cola, que en su afán de abarcar más mercado de lo que tiene permitido, acaba con la competencia de manera desleal.

Después de que en noviembre de 2007 The Coca-Cola Company concretó la compra de Jugos del Valle (segundo productor de jugos en México, después de Jumex y antes que Boing!) por 370 millones de dólares, uno de sus principales objetivos respecto a la distribución fue conquistar los puntos de venta del comercio informal, es decir, los locales sobre calles y banquetas.

Según me contaron los propietarios de los puestos, los distribuidores de Coca-Cola condicionan la venta de sus refrescos a la compra de jugos Del Valle, que además de ser una imitación de los Boing! que por décadas se han vendido en este tipo de establecimientos, son insípidos y los residuos del colorante amarillo –cuando son de mango– se pegan a la superficie del envase de vidrio, lo cual los hace ver más artificiales de lo que son.

Los de la Coca-Cola también los amenazan con quitarles los refrigeradores donde los conservan si ven que ahí tienen Boing! en lugar de Del Valle. A los dueños no les queda más que dejar de vender los productos de la cooperativa Pascual, mientras que yo tengo que aguantarme la sed y pasarme la comida con la saliva.

[Continuará...]