domingo, 18 de octubre de 2009

Tienes razón: la nostalgia

Afirma la casi desconocida filósofa mexicana Adriana Yáñez (fallecida el pasado 21 de abril): 
¿Qué entendemos por nostalgia? En griego, nostos significa “regreso”. Algos se refiere al “sufrimiento”. La nostalgia es el sufrimiento causado por un hecho concreto: el no poder regresar. En portugués, Fernando Pessoa nos habla de saudade. En inglés decimos, homesickness. En alemán, Heimweh. En español, además de la palabra de origen griego “nostalgia” empleamos también la palabra “añoranza”, que proviene del verbo “añorar” y que a su vez tiene su raíz en el verbo catalán enyorar, derivado del latín ignorare (que significa “ignorar”, no saber algo). Siguiendo esta etimología, la nostalgia se nos revela como el dolor de la ignorancia. Estoy solo. Estoy lejos. Siento dolor. No sé lo que sucede en mi país, con la persona amada, con el pasado que he dejado atrás. Soy un aventurero o un exiliado. Un soñador en busca de la Edad de Oro o un ángel condenado que recuerda el paraíso perdido. En francés también se emplea la palabra nostalgie, pero no hay verbo. No hay manera de decir “te añoro”, “te extraño”. Hay que recurrir a formulas más frías como je m' ennuie de toi (te echo de menos) o tu me manques (me haces falta). Lo interesante aquí es la palabra ennui (aburrimiento), tan popular a partir de Baudelaire, quién a su vez tuvo que recurrir a la palabra inglesa spleen, para tratar de definir ese malestar, esa sensación de carencia y de vacío. En Alemania se emplea muy pocas veces la palabra “nostalgia” en su forma griega y lo más frecuente es decir: Sehnsucht: búsqueda o deseo de lo que está ausente. Debemos subrayar que la Sehnsucht puede aludir tanto a lo que fue como a lo que nunca ha sido, es decir, tanto al pasado como a aquello que todavía no conocemos. Para incluir la idea de nostos o de “regreso” hay que añadir algo: Sehnsucht nach der Vergangenheit (nostalgia del pasado), nacht der verlorenen Kindheit (nostalgia de la infancia perdida) o nacht der ersten Liebe (nostalgia del primer amor). 

[...] La nostalgia es recuerdo, imaginación y creación. El recorrido es por dentro. Es el viaje alrededor de la alcoba; el viaje erótico, pero también el camino del arte y de la memoria colectiva. La posibilidad del lenguaje se da en la sábana en blanco, como la página en blanco, con el placer y sus silencios, con el dolor y su verdad. Es la interiorización de la experiencia poética. Un viaje que nos acerca a lo más íntimo, a lo más profundo, a lo más originario de nuestro propio ser.

Creemos que eso es lo que sentimos...

jueves, 15 de octubre de 2009

Aclaración necesaria

Dirán ustedes (hablamos en plural porque suponemos que por lo menos contamos con dos lectores): éstos cuates ya la agarraron de coto con los emblemas de la suave patria, con los personajes intachables, con los escritores que han traído la gloria a México. Sin embargo, no nos mueve eso, no somos tan maliciosos. O tal vez sí (uno no sabe lo que su inconsciente planea), pero advertimos que tenemos otros intereses y poco tiempo.

Pensarán que, como toda generación que surge (en nuestro caso, la generación está conformada por dos personas y los que se quieran sumar), queremos cometer parricidio, matar a los padres para quedarnos en su lugar... Nada de eso, en todo caso asesinaríamos a nuestros abuelitos, porque la verdad estas señoras y estos señores de quienes hemos escrito ya van de salida. ¿A quién vamos a destruir? Parece que somos huérfanos, no podemos acabar con nadie porque no hay quién.

No nos digan que Jorge Volpi, que José Agustín, que Laura Esquivel, que Ángeles Mastretta... Antes, la literatura mexicana tenía verdaderos padres, desde Manuel Gutiérrez Nájera, Justo Sierra, Amado Nervo y Ramón López Velarde, hasta Martín Luis Guzmán, José Vasconcelos y Alfonso Reyes, después a los "Contemporáneos" como Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, luego vinieron Octavio Paz, Augusto Monterroso, Juan José Arreola y Juan Rulfo, después Sergio Pitol, Carlos Fuentes y Salvador Elizondo, pero posterior a esta última generación se empezó a perder la paternidad porque no hubo una figura o un grupo que destacara por su calidad y su diferencia frente a la anterior. Los últimos que lo intentaron fueron los del "Crack" pero no tuvieron mucho éxito.

Pitol describe el espíritu de los "nuevos" tiempos: "... El panorama se ha modificado. Esa misma mentalidad pareció de repente hastiarse de exaltar lo nacional y sus signos más visibles; dice haberse modernizado, descubre el placer de sentirse cosmopolita, pero aunque el ropaje parezca diferente en el fondo es la misma. La vanguardia le ha repugnado siempre..." ("Ya no saben quiénes son", en El mago de Viena).

Ahora ya nadie se asocia para crear un movimiento de renovación, para dialogar, construir o criticar; sólo se dan casos aislados que sacuden el ambiente artístico, como Daniel Sada o Roberto Bolaño. De ahí en fuera, nada. Parece que tiene que suceder un temblor que haga caernos al fondo para después despertar, levantarnos de las ruinas.

En fin, todo esto era para aclarar que no es una lucha personal ni de odio frontal contra ciertos personajes (o al final, tal vez sí), nada más que nos apasiona la crítica, la polémica, pero antes que todo nos importa la cultura.

miércoles, 14 de octubre de 2009

La cultura, en crisis

Ya estamos de regreso, y volvemos con uno de nuestros temas predilectos, incluso, se podría decir, una obsesión. En 1908, Francisco Ignacio Madero escribió en un par de meses su análisis sobre la situación de México que a la vez le sirvió de programa político y de lucha electoral: La sucesión presidencial en 1910. Escribir un libro en unas cuantas semanas sólo denota el carácter de su autor: padece de obsesión. Nosotros, lo confesamos, somos unos obsesivos sin remedio. Y por eso estamos aquí de nuevo.


¿Cuántas veces hemos oído que los intelectuales piden más apoyo para la cultura, que se alzan con la bandera de darle más presupuesto a las artes? Ante la debacle financiera nacional, son frecuentes sus llamados a no sacrificar el dinero para actividades como el teatro, la música o las artes visuales.

Sin embargo, después de una crisis económica viene lo inevitable: el recorte del presupuesto federal a las instituciones culturales y a los encargados de difundirla y hacerla llegar al público. El gobierno mexicano no es la excepción a este principio que pone en último lugar de las prioridades de gasto al sector cultural, pues en su proyecto de gastos para 2010 pretende recortar un total de 25 por ciento de lo destinado a la cultura en 2009 (13 mil millones), es decir, sólo erogará para este rubro 9 mil 700 millones de pesos. El Conaculta será el más afectado, al rebajarle el 38 por ciento de su presupuesto, después le sigue el INBA con el 25, y el INAH con el 12. Así, disminuirá drásticamente el apoyo al cine, al teatro, la danza y la música nacionales, así como a los proyectos de investigación y difusión culturales.

Los que no se verán afectados son los sindicatos y los "creadores" de renombre que viven del erario nacional.

Los intelectuales mexicanos se han instituido en paladines de la cultura, hablan en nombre de ella. El gobierno de Carlos Salinas de Gortari, para quedar bien con ese grupo, estableció el Conaculta, el Sistema Nacional de Creadores y un programa de becas que ha otorgado cantidades muy grandes de dinero a personajes que no lo necesitan, aunque lo merezcan.

Nos parece una falta de ética y de congruencia que esas personas que son mantenidos en parte por el erario, sean de las primeras en defender el presupuesto para la cultura. ¿Qué pasaría si ellos, en un acto de generosidad, dejaran de recibir sus becas de "creadores eméritos" para dárselas a grupos de danza, a películas que lo necesitan o a compañías de teatro? Diríamos que les importa la cultura de México y no sólo llenar sus bolsillos y acumular dinero.

Según la consulta que hicimos al Conaculta por medio del Instituto Federal de Acceso a la Información, el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes entrega desde el 1 de diciembre de 1993 parte de su presupuesto a escritores como Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez (nacido en Colombia), Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco y Sergio Pitol. El monto al inicio era de 8,676.20 pesos mensuales para cada uno; para julio de 1999 ya era de 13,560 pesos y dos meses después subió a 15,870; en noviembre de 2000 aumentó a 22,740; en enero de 2007 a 30,342, para quedar hasta octubre de 2009 en 32,816 pesos.

Tabla de los montos mensuales recibidos por cada una de las seis personas de 1993 a 2009




Si hacemos cuentas, desde diciembre de 1993 a la fecha, tan sólo estas seis personas han recibido del erario nacional una suma aproximada de 23 millones de pesos. Al terminar el 2009, esas mismas personas habrán de recibir 2 millones 362 mil pesos. Definitivamente, es una cantidad que se podría ocupar para asuntos que lo requieran y no para intelectuales y escritores que ganan los miles por conferencias, premios, reconocimientos, ventas de libros y otros ingresos, como Fuentes, García Márquez y Poniatowska. ¿Acaso necesitan ese dinero? ¿No es suficiente con lo que han acumulado?

Sería un acto de patriotismo el que alguno de esos seis personajes fuera congruente consigo mismo y donara ese dinero que le otorgamos los mexicanos a proyectos que están urgidos de recursos financieros. Tal es la situación del Ballet Teatro del Espacio, con una trayectoria de 43 años y que necesita de 253 mil pesos para seguir con sus funciones. Un caso más vergonzoso es el de la notable pianista María Teresa Frenk, quien advirtió que el desarrolló cultural en México está en riesgo, y ante la nula idea del gobierno acerca del valor de la cultura, tuvo que renunciar a la Coordinación Nacional de Música y Ópera del INBA. Dejó su cargo porque el presupuesto no llegó de forma suficiente a su área, después del recorte no estaba dispuesta a seguir pidiendo a los músicos que trabajaran gratis ni a poner más dinero de su propio bolsillo. Dicha coordinación tiene un presupuesto de 7 millones de pesos, para llevar a cabo sus actividades requería de 800 mil pesos más y Teresa Frenk desembolsó por voluntad propia 300 mil pesos aparte.

Este último caso es más que ilustrativo acerca de para qué podrían servir los más de 2 millones que reciben al año los seis intelectuales mexicanos que siempre han acusado a aquellos que viven de los salarios que les da el gobierno en turno.

El gobierno actual no logra captar el valor que tiene la cultura para el desarrollo de una nación, para darle cohesión e identidad frente a un mundo globalizado.

No se equivoca la pianista Frenk al afirmar que la cultura es de las pocas cosas exportables de México y que es una forma de que los niños y jóvenes no caigan en la delincuencia ni en la drogadicción.  Ya lo había dicho Justo Sierra (¿qué ha ocurrido con esos hombres?) en su discurso de inauguración de la Universidad Nacional de México en 1910: la educación y la cultura son una forma de unificar a la patria y encauzarla hacia el progreso. Después, en 1915 Martín Luis Guzmán expresó en La querella de México: "El insigne Justo Sierra, espíritu generoso, y maestro no tan soñador como lo quiere su fama, nos insinuaba a menudo que si era muy importante el problema económico de México, no lo era menos nuestro problema educativo". Han pasado casi cien años ¿no hemos entendido?