Dirán ustedes (hablamos en plural porque suponemos que por lo menos contamos con dos lectores): éstos cuates ya la agarraron de coto con los emblemas de la suave patria, con los personajes intachables, con los escritores que han traído la gloria a México. Sin embargo, no nos mueve eso, no somos tan maliciosos. O tal vez sí (uno no sabe lo que su inconsciente planea), pero advertimos que tenemos otros intereses y poco tiempo.
Pensarán que, como toda generación que surge (en nuestro caso, la generación está conformada por dos personas y los que se quieran sumar), queremos cometer parricidio, matar a los padres para quedarnos en su lugar... Nada de eso, en todo caso asesinaríamos a nuestros abuelitos, porque la verdad estas señoras y estos señores de quienes hemos escrito ya van de salida. ¿A quién vamos a destruir? Parece que somos huérfanos, no podemos acabar con nadie porque no hay quién.
No nos digan que Jorge Volpi, que José Agustín, que Laura Esquivel, que Ángeles Mastretta... Antes, la literatura mexicana tenía verdaderos padres, desde Manuel Gutiérrez Nájera, Justo Sierra, Amado Nervo y Ramón López Velarde, hasta Martín Luis Guzmán, José Vasconcelos y Alfonso Reyes, después a los "Contemporáneos" como Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, luego vinieron Octavio Paz, Augusto Monterroso, Juan José Arreola y Juan Rulfo, después Sergio Pitol, Carlos Fuentes y Salvador Elizondo, pero posterior a esta última generación se empezó a perder la paternidad porque no hubo una figura o un grupo que destacara por su calidad y su diferencia frente a la anterior. Los últimos que lo intentaron fueron los del "Crack" pero no tuvieron mucho éxito.
Pitol describe el espíritu de los "nuevos" tiempos: "... El panorama se ha modificado. Esa misma mentalidad pareció de repente hastiarse de exaltar lo nacional y sus signos más visibles; dice haberse modernizado, descubre el placer de sentirse cosmopolita, pero aunque el ropaje parezca diferente en el fondo es la misma. La vanguardia le ha repugnado siempre..." ("Ya no saben quiénes son", en El mago de Viena).
Ahora ya nadie se asocia para crear un movimiento de renovación, para dialogar, construir o criticar; sólo se dan casos aislados que sacuden el ambiente artístico, como Daniel Sada o Roberto Bolaño. De ahí en fuera, nada. Parece que tiene que suceder un temblor que haga caernos al fondo para después despertar, levantarnos de las ruinas.
En fin, todo esto era para aclarar que no es una lucha personal ni de odio frontal contra ciertos personajes (o al final, tal vez sí), nada más que nos apasiona la crítica, la polémica, pero antes que todo nos importa la cultura.
jueves, 15 de octubre de 2009
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Leo aquí el mismo dejo de nostalgia que siento en este momento de mi vida, aquél que dice que todo tiempo pasado fue mejor, pero no sé...
ResponderEliminar¿Seremos los hijos no exitosos de aquellos abuelos y padres? O como bien dices, ¿será que somos huérfanos y tenemos que mutar a partir de estos recientes casos aisalados?
Quiero, por mínima que sea, una carga dentro este nuevo tiempo, creo que tú también. Sigamos el diálogo, poco a poco, y así, con nuestras palabras, construiremos lo nuevo, pues yo creo que sí hay alguien, bueno o malo, eso siempre será discutible, lo importante es no quedarse callados.