¿Por qué nadie del medio cultural, periódistico o literario dijo nada sobre las palabras de Alí Chumacero? "Hay mucho literato mamón", expresó el poeta, quien parece que no existiera en la escena cultural de México. Si está marginado es justamente por eso, por andar diciendo que hay puros mamones, por criticar y decir las cosas como son, sin hipocresía, es por eso que no tiene amigos ni conocidos que lo llenen de elogios. Tal vez eso de mamones sea verdad.
Aunque algo le faltó al poeta nayarita: lanzarse y decir nombres de los literatos mamones o ¿a qué le tiene miedo? ¿A que yo no le vayan a dirigir la palabra o nunca más lo feliciten por sus poemas? Si lo dice, que lo diga bien y no se ande por las ramas, porque si no nada más emociona a incautos que sólo andan esperando el chisme que meta barullo y colapse, destanteé y de paso tire a uno que otro pino de la H. intelectualidad mexicana.
jueves, 24 de julio de 2008
martes, 15 de julio de 2008
Los intelectuales me dan risa I
2008 es el año de adorar a nuestras eminencias en México. Octavio Paz en abril, Carlos Monsiváis en mayo, Carlos Fuentes en noviembre. En este año siempre habrá alguien a quien dedicarle nuestros elogios, nuestra saliva, nuestras reverencias: hay besamanos para rato. Todos los periódicos buscan la entrevista con ellos (con los que aún quedan vivos), en el gobierno los aclaman, los celebran, les aplauden, quieren la foto con ellos (¿y quién no? atajan los RR: ¿quién no querrá presumir una foto con Monsi, con Fuentes? Si existen los que se jactan de atesorar una instantánea con Aristegui, con Ciro o con Marcelo, ¡que dirán si nos ven a lado del cronista de la ciudad de México o del escritor más codiciado del país!).
Lamentablemente, a nosotros nos aturde tanta lambisconería, tantas genuflexiones, tantos clubes de aduladores. La hipocresía inunda el ambiente con tal de quedar bien con los consagrados, ¿o es que en realidad son perfectos, no hay nada malo que decirles, no hay por qué reprocharles, son pulcros e impecables? ¿No se merecen ni una crítica, una censura, un vituperio, una mentada de madre?
En el medio artístico hablan de ellos, no hay nadie que no haya leído sus libros o sus maravillosos artículos, ni haya escuchado sus graciosas entrevistas o sus magnánimas conferencias. Todos se precian de que Fuentes les haya respondido una sonrisa, una mirada al menos. La realidad es que nadie quiere verlos como son, analizar su obra, comentarlos rigurosamente, ni siquiera poner atención a lo que dicen. Más bien se dejan llevar por la figura mediática, el ídolo, la fama.
En esta atmósfera, a quien no le gusta la obra de Monsi, Paz o Fuentes, peca de antipatriótico, es un ignorante, un enemigo del conocimiento, es un resentido que merece ser marginado porque no está con la opinión de la mayoría, es decir, con quienes le hacen justicia a sus glorias nacionales. Ante tales argumentos, nosotros tenemos la tendencia a deprimirnos. No hay nada qué hacer.
Pero tal vez, estimado lector, pecamos de envidia, nos corroen los celos porque a sus humildes servidores nunca se les ha rendido un homenaje en Bellas Artes o entregado una medalla, ni siquiera las llaves de la ciudad, no hemos salidos en portadas de revistas donde hablan amigos, conocidos, estudiosos, especialistas sobre nuestra vida y obra (todos positivimente, por supuesto) ¡vaya! Ni siquiera una calle lleva nuestro nombre.
Tal vez, lo que ocurre es que necesitamos que alguien guie nuestros pasos, que nos ilumine el camino, que nos diga qué hacer ante nuestra situación que va de mal en peor. Tal vez, a final de cuentas, esos intelectuales son tan necesarios como una tortilla con frijoles, sus opiniones, artículos, conferencias, consejos y reprimendas, sus ilustres voces son indispensables para seguir viviendo en esta mierda de mundo.
Tal vez esto sea lo pase en realidad y nuestro texto lo único que está causando es un perjuicio para el planeta. Si ese fuera el caso, entonces pedimos perdón por tan grande vileza. No lo podemos evitar.
Lamentablemente, a nosotros nos aturde tanta lambisconería, tantas genuflexiones, tantos clubes de aduladores. La hipocresía inunda el ambiente con tal de quedar bien con los consagrados, ¿o es que en realidad son perfectos, no hay nada malo que decirles, no hay por qué reprocharles, son pulcros e impecables? ¿No se merecen ni una crítica, una censura, un vituperio, una mentada de madre?
En el medio artístico hablan de ellos, no hay nadie que no haya leído sus libros o sus maravillosos artículos, ni haya escuchado sus graciosas entrevistas o sus magnánimas conferencias. Todos se precian de que Fuentes les haya respondido una sonrisa, una mirada al menos. La realidad es que nadie quiere verlos como son, analizar su obra, comentarlos rigurosamente, ni siquiera poner atención a lo que dicen. Más bien se dejan llevar por la figura mediática, el ídolo, la fama.
En esta atmósfera, a quien no le gusta la obra de Monsi, Paz o Fuentes, peca de antipatriótico, es un ignorante, un enemigo del conocimiento, es un resentido que merece ser marginado porque no está con la opinión de la mayoría, es decir, con quienes le hacen justicia a sus glorias nacionales. Ante tales argumentos, nosotros tenemos la tendencia a deprimirnos. No hay nada qué hacer.
Pero tal vez, estimado lector, pecamos de envidia, nos corroen los celos porque a sus humildes servidores nunca se les ha rendido un homenaje en Bellas Artes o entregado una medalla, ni siquiera las llaves de la ciudad, no hemos salidos en portadas de revistas donde hablan amigos, conocidos, estudiosos, especialistas sobre nuestra vida y obra (todos positivimente, por supuesto) ¡vaya! Ni siquiera una calle lleva nuestro nombre.
Tal vez, lo que ocurre es que necesitamos que alguien guie nuestros pasos, que nos ilumine el camino, que nos diga qué hacer ante nuestra situación que va de mal en peor. Tal vez, a final de cuentas, esos intelectuales son tan necesarios como una tortilla con frijoles, sus opiniones, artículos, conferencias, consejos y reprimendas, sus ilustres voces son indispensables para seguir viviendo en esta mierda de mundo.
Tal vez esto sea lo pase en realidad y nuestro texto lo único que está causando es un perjuicio para el planeta. Si ese fuera el caso, entonces pedimos perdón por tan grande vileza. No lo podemos evitar.
Los intelectuales me dan risa II
¿Cómo justificar que Jaime Sánchez Susarrey, articulista de Reforma, utilice para criticar a los que no concuerdan con sus opiniones adjetivos como "estalinista", "totalitario" y "obtuso"? ¿Como soportar que un "distinguidísimo" articulista muestre intolerancia hacia quienes piensan diferente?
En su artículo del 5 de julio, Sánchez Susarrey respondió de modo visceral y con una visión muy cerrada sobre la libertad de expresión a un texto del especialista Raúl Trejo donde critica la acción de amparo del Grupo de los 15. Trejo Delarbre quiso responder en otro artículo a Sánchez Susarrey con base en su derecho de réplica, pero Reforma decidió no publicarlo. Ahora, la respuesta censurada ha dado la vuelta en internet y difundida en diversos blogs, sitios web de revistas y hasta en Primer plano de canal 11.
Sánchez Susarrey forma parte del grupo de 15 intelectuales que interpuso un amparo ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación contra las reformas a la ley electoral que prohíbe a particulares contratar propaganda en medios de comunicación electrónicos con el fin de apoyar al candidato de algún partido político. Su principal argumento es que se viola la libertad de expresión de los ciudadanos.
¡Vaya paradojas!
Más allá de los debates sobre la reforma electoral, queremos destacar la actitud de esos que se dicen intelectuales y que se jactan de ser los gurús de la sociedad, los líderes de la opinión pública, quienes tienen la batuta al criticar los asuntos públicos y creen que pueden hacer y decir lo que quieran porque son miembros de la élite pensante. En México hay muchos de esos y gustan de creerse "la divina garza".
Lo peor es que muchos lectores también lo creen y son sus fieles seguidores.
Lo más feo es que esos intelectuales creen tener siempre la razón.
¿Esa es nuestra llamada clase intelectual? Hay que acabar con ese tipo de analistas que no sirven para nada. Hay que exterminar ese mote de intelectual y llegar al punto en que cada persona sea dueño de sus propias ideas y dialogar, compartir, conversar y debatir en un ámbito sin prejuicios ni falsos ídolos. Esto pretende ser una contribución a ello.
En su artículo del 5 de julio, Sánchez Susarrey respondió de modo visceral y con una visión muy cerrada sobre la libertad de expresión a un texto del especialista Raúl Trejo donde critica la acción de amparo del Grupo de los 15. Trejo Delarbre quiso responder en otro artículo a Sánchez Susarrey con base en su derecho de réplica, pero Reforma decidió no publicarlo. Ahora, la respuesta censurada ha dado la vuelta en internet y difundida en diversos blogs, sitios web de revistas y hasta en Primer plano de canal 11.
Sánchez Susarrey forma parte del grupo de 15 intelectuales que interpuso un amparo ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación contra las reformas a la ley electoral que prohíbe a particulares contratar propaganda en medios de comunicación electrónicos con el fin de apoyar al candidato de algún partido político. Su principal argumento es que se viola la libertad de expresión de los ciudadanos.
¡Vaya paradojas!
Más allá de los debates sobre la reforma electoral, queremos destacar la actitud de esos que se dicen intelectuales y que se jactan de ser los gurús de la sociedad, los líderes de la opinión pública, quienes tienen la batuta al criticar los asuntos públicos y creen que pueden hacer y decir lo que quieran porque son miembros de la élite pensante. En México hay muchos de esos y gustan de creerse "la divina garza".
Lo peor es que muchos lectores también lo creen y son sus fieles seguidores.
Lo más feo es que esos intelectuales creen tener siempre la razón.
¿Esa es nuestra llamada clase intelectual? Hay que acabar con ese tipo de analistas que no sirven para nada. Hay que exterminar ese mote de intelectual y llegar al punto en que cada persona sea dueño de sus propias ideas y dialogar, compartir, conversar y debatir en un ámbito sin prejuicios ni falsos ídolos. Esto pretende ser una contribución a ello.
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