jueves, 6 de agosto de 2009

Una generación en decadencia


¿Qué les dice esta imagen? La semiótica nos puede ayudar. En cuanto al plano denotativo, es decir, lo que podemos observar a simple vista, encontramos que son tres adultos mayores o ruquitos, una mujer vestida de rojo a la izquierda y dos hombres que portan ropa formal a su lado derecho. La dama sonríe hacia el público que aplaude una tarde en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes en la ciudad de México, esto el domingo 28 de julio de 2009. El hombre de enmedio, el homenajeado y motivo de esa reunión, usa lentes y un saco gris, cabello corto (no muy despeinado), semicanoso, es más alto que sus dos acompañantes. El de la extrema derecha frunce el ceño, aprieta los ojos a pesar de llevar lentes, es un poco rechoncho, totalmente canoso, el coco le brilla, está casi calvo. Las tres caras abundan en arrugas.

Los personajes de la fotografía de María Luisa Severiano (publicada en la contraportada de La Jornada del 29 de junio), parecen interrogarse "¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué tanto alboroto?". Periodistas y escritores famosos, Elena Poniatowska Amor, José Emilio Pacheco Berny y Carlos Monsiváis Aceves, se muestran desconcertados. La Poniatowska, como princesa roja, se ríe sin saber la causa, su boca expresa un gesto forzado que provoca un rostro donde se delinea y realza cada arruga, una risa desconfiada, como diciendo "ni estos cuates ni yo sabemos qué se traen". Pacheco tiene cara de hastío, de que está cansado, viejo y cansado, harto de tantos homenajes, de esa fama que hace que todos lo conozcan al verlo pero que no hayan leído su obra. Monsi está totalmente extrañado, hasta furioso se podría decir, lo han aislado del grupo y ya se quiere ir a su casa de Portales, la instantánea lo captó en el momento de su puchero y parece que está pronto a echarse a llorar como una niñita.

La imagen tal vez sea un buen recuerdo para estos tres viejos amigos de oficio. Para nosotros sólo representa la imagen de una generación en decadencia que nació en la década de los treinta del siglo pasado. (Aquellos años se oyen muy remotos, se pierden en la memoria. ¡Hace tanto tiempo ya!) Entonces todo era blanco y negro, apenas había nacido la radio y la televisión aún estaba en experimentos, el Colegio de San Ildefonso albergaba a la Escuela Nacional Preparatoria, se viajaba en tranvía, a la ciudad de México podías atraparla en el puño de la mano, era transitable, podías recorrerla a pie... Era el valle metafísico de Alfonso Reyes y la región más transparente del aire. Nada de eso queda, casi todo lo hemos perdido: "Se acabó esa ciudad. Terminó aquel país. No hay memoria del México de aquellos años. Y a nadie le importa: de ese horror quién puede tener nostalgia", dice justamente José Emilio Pacheco, el único de los tres amigos que sigue escribiendo poesía, que no ha parado de hacer literatura, los otros siguen con lo mismo que han hecho desde hace cuatro décadas. Elenita quiso imitar su trabajo de La noche de Tlatelolco, copiarse a sí misma en Amanecer en el zócalo; sacó un Jardín de Francia, notas periodísticas de los cincuentas sobre su tierra natal, un libro descuidado y con textos sin la menor importancia, que sin embargo le publicó el Fondo de Cultura Económica; Era le editó sus juguetonas Rondas de la niña mala sacadas del baúl de los recuerdos; y escribió Boda en Chimalistac, muy bonito, sobre unos árboles que se casan. De Monsiváis sólo hemos visto su recuento del 68 y su libro sobre Pedro Infante, es decir, sigue en las mismas. De ellos dos podemos ver artículos en los periódicos, algunos ininteligibles, otros cursis y sin fundamento, además de sus cápsulas en Televisa (a la que tanto odian), que en suma no aportan nada porque se repiten a sí mismos. A fin de cuentas, no encontramos nada notable.

¿Qué haremos cuando estos personajes ya no estén, a quién le vamos a rendir homenaje? Elena acaba de cumplir 77 años, Monsiváis 75 y Pacheco 70 (a pesar de ser el más joven o el menos viejo, se le vio muy enfermo, se quejó de que tenía que asistir al hospital y hasta necesitó del apoyo de un bastón para caminar). Carlos Fuentes ya pasa los 80 años, Sergio Pitol anda en los 76 y se le ha visto enfermo también. Es decir, quedan pocos años para que dejen este mundo nuestras glorias nacionales que son parte de una generación que hizo cosas buenas, aunque no destacó tanto como su antecesora: Alfonso Reyes, Julio Torri, Juan José Arreola, Juan Rulfo, Octavio Paz, Martín Luis Guzmán, José Vasconcelos, Jesús Urueta, además de Augusto Monterroso, quien fue puente de dos generaciones. Los que siguieron a los nacidos en los 30, los de los años 50 del siglo pasado tampoco han hecho mucho, algunos ni siquiera los conocen: son José Agustín, René Avilés Fabila y no sé quién más. Después siguió el fenómeno editorial y de marketing llamado "Generación del Crack", de la que sólo se salva Jorge Volpi, los otros son su círculo de amigos y aduladores. (Además, en las letras mexicanas destacan vivos: Daniel Sada, David Toscana, Cristina Rivera Garza y el jovensísimo Tryno Maldonado. Es cierto, nos faltaron varios por mencionar -Elizondo, Ibargüengoitia, Garibay, Bolaño, del Paso-, pero eso no es asunto de este artículo.) ¿Y luego? No sabemos quién seguirá.

Insistimos: ¿Qué vamos hacer cuando se vayan?: Tomar su lugar...

4 comentarios:

  1. A veces confiamos demasido en los mayores, como su éxito fuera perpetuo, no sé, creo que debemos aprender a andar solos el camino, atrevernos a andar senderos que alguna vez pertenecieron a esos grandes y que ahora debemos reclamar como nuestros. Mencionas a muchos, agrego uno del cual me estoy haciendo fan (que ya es tan joven por cierto, 1946): Francisco Hernández.

    ResponderEliminar
  2. Tienes razón, se me pasaron muchos, en especial poetas que a mí casi no se me da leerlos, pero lo haré según lo que me has dicho (como Gonzalo Rojas), y se me pasaron las mujeres y otros que se les ha dado en llamar "los raros", aquellos que se salen de los cánones totalmente, aunque ya fallecieron están Efrén Hernández, Francisco Tario, José Juan Tablada, y yo pondría entre ello a Monterroso y a Pitol, quien justamente en "El mago de Viena", dedica un ensayito a este tipo de escritores que me fascinan. Saludos Fer y gracias por los comentarios y la información del diplomado.
    Una última cosa, fíjate que eso acerca de la generación mayor es una obsesión mía de criticar los homenajes y las glorias nacionales, etcétera, lo que provoca que en lugar de fijarse en la obra del escritor sólo se enfoque la fama y se presente el culto a la personalidad, aunque algunos se lo merezcan. Finalmente, todos somos personas comúnes y corrientes (claro que hay excepciones notables) y eso que sale en los periódicos es pura apariencia (lo he comprobado con Elena). En fin, creo que me explico un poco más aquí: http://colectivoadversus.blogspot.com/2008/07/los-intelectuales-me-dan-risa-i.html

    ResponderEliminar
  3. Tienes razón, de pronto un buen libro o una premio otorgado en el momento justo te brinmdan la posibilidad de una carrera como escritor que no necesariamente se caracteriza por la buena escritura. Gabriel Zaid es el mejor ejemplo para alguién que ha destacado por sus buenos textos más que por toda su fama, precisamente el odia eso mismo que tú critícas. Busca un libro que se llama el secreto de la fama, ahí y en otros de sus textos ahonda en el tema. Bueno le caga tanto la fama que sólo se conoce una foto de él, yo llegué a pensar que incluso no exixtía y muchos autores escribían bajo ese nombre, pero el editor de Océano (compañero de trabajo de mi papá) le juró y perjuró que el señor es real y está vivo. Saludos

    ResponderEliminar
  4. Me encantan las leyendas urbanas y el bullicio de la información "top secret", jeje... ¿Es allá a dónde vamos?

    ResponderEliminar