A Felipe Garrido
La guerra del acento no ha concluido, aún no se tiene un dictamen definitivo, pero la RAE ya impuso el uso de la palabra “solo” sin tilde diacrítica para sus dos significados admitidos. En la edición conmemorativa de la novela de Carlos Fuentes, La región más transparente, publicada por la Asociación de Academias de la Lengua y Alfaguara, y distribuida a los dos lados del Atlántico, no les importó diferenciar a dicha palabra por el acento diacrítico, aunque su uso no aporte precisión ni claridad al texto.
La mayoría de los grupos editoriales españoles (Santillana, Océano, Planeta) sigue la línea que establece la Real Academia. El País, un gran medio de comunicación en español con presencia internacional, perteneciente a Santillana, también secunda las normas dictadas por la RAE. Las editoriales de España inundan el mercado latinoamericano con millones de libros que manejan el mismo criterio ortográfico y gramatical.
Sólo digo que intentan imponer su parecer a los hablantes de la América hispánica por medio de determinado uso del idioma a través de periódicos, libros, sitios de Internet, etc.
Sería descabellado (o tal vez no) que para celebrar el bicentenario de la Independencia, se pida que de ahora en adelante se pronuncie “Méshico” o “meshicanos”, o que al menos se escriba siempre con “x”. Por ejemplo, hace poco vi que existe El vampiro de la calle Méjico (Anagrama, 2002), novela del español Vicente Molina Foix, y que algunas traducciones españolas siguen escribiendo el nombre de nuestro país con “j”.
(Y aquí viene otro asunto que debería importar tanto para la independencia editorial mexicana, como para la defensa de nuestra peculiaridad idiomática. No se trata de romper las reglas, sino de aceptar nuestras variantes lingüísticas sin restricciones de una institución. Empezaría por pedir traducciones a un español común, para evitar las gilipollas que menciona Vicente Leñero, o al español mexicano, lo que al mismo tiempo impulsaría la industria editorial nacional; incluso es necesario que cada cierto tiempo surjan versiones para las nuevas generaciones, aunque siempre habrá las traducciones que perdurarán, como “El cuervo”, de Enrique González Martínez, o El hombre que fue Jueves, de Alfonso Reyes.)
Dirán que por qué tanto barullo por unas cuantas palabras, pero en el fondo es la defensa del uso de la lengua por una nación –y un continente– de hablantes, la protección de su singularidad y de su soberanía lingüística.
Se debe aceptar sin condiciones que en el idioma español existe la diversidad dentro de la unidad, por eso es una buena señal la publicación del Diccionario de Americanismos, en donde, con ese espíritu de apertura y un afán descriptivo más que normativo, se reúnen “sin ningún tipo de dilema moral” vocablos, giros, acepciones y entradas que se utilizan en América Latina. Se incorporaron incluso términos de la jerga del narco, como “levantón” o “ejecutar”. “Ahí está, no hay que negarlo y es parte también de la lengua española”, expresó José Moreno de Alba en la presentación.
Entonces, ¿qué nos queda? Resistir la presión de las “autoridades lingüísticas”; la única forma en que podemos hacerlo como hablantes –y quizá la más efectiva– es defendiendo nuestro uso del español mediante el acto cotidiano del habla y a través de la escritura.
Si el narco pudo, que nosotros no lo logremos…
morel
Odio ¿se escribe así? ¿o con hache? porque parece una palabra que conoces muy bien
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ResponderEliminarQué cosa! Eso de los acentos, no lo puedo creer. O.o
ResponderEliminarImagina, ahora en la enseñanza, de por sí la comunicación entre las nuevas generaciones ha sido reducido a: "k onda, noz echamoz a correr y ya era zaLida...requuerdos de iztoriaaz" :'( Un lenguaje a cuentagotas, y ni decir de la ortografía. El fondo y forma, alarmante.