Las palabras de esta señora de Ciudad Juárez me sacaron lágrimas (aunque suene cursi).
¿Cuántos no querríamos tener en frente al presidente, al gobernador, al diputado, y decirles lo que pensamos de ellos y de sus acciones?
Decirles que mienten, que se hacen tontos. Reclamarles. Increparles en su cara:
"Yo no puedo darle la mano, decirle bienvenido, porque para mí no lo es".
"No, no diga por supuesto, señor Presidente, siempre dicen lo mismo".
Y lo mejor, decirles a las focas que escuchan al mandatario:
"Pero verdad que ustedes señores, no dicen nada. Ah, ¡pero qué bien le aplauden al Presidente porque vino! ¡Qué bueno!"
Sólo -dijo Luz María Dávila después de su discurso- le faltó decirle al Presidente que renunciara.
En este caso, el ciudadano común no sólo se igualó con la máxima autoridad de México, sino que se puso por encima de su miseria política.
domingo, 14 de febrero de 2010
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