sábado, 31 de agosto de 2013

No confío en la Cruzada contra el Hambre

No confío en algo llamado Cruzada contra el Hambre cuando tiene entre sus “impulsores” a empresas como Pepsi y Nestlé, que a través de su publicidad difunden malos hábitos de alimentación y productos que no son parte de una buena nutrición y, al contrario, provocan desnutrición y obesidad, en especial en niños. Lo único que les importa es crearse una buena imagen ante los consumidores y el gobierno contribuye a eso, a pesar de que esas empresas son parte del problema que se quiere combatir.

sábado, 25 de febrero de 2012

Espacios públicos, nombres privados



Pienso en la privatización de los espacios, en cómo las corporaciones se han apropiado de lugares que deberían ser de carácter público.

Atrás ha quedado la costumbre de poner a los sitios culturales, deportivos o de espectáculos títulos emblemáticos, históricos, referenciales, es decir, que recuerden, evoquen o signifiquen algo importante para la población, como lo han hecho a lo largo del tiempo nombres como Estadio Azteca, Teatro Esperanza Iris, Palacio de los Deportes, Toreo Cuatro Caminos, Plaza México, Arena Coliseo, Estadio Corregidora…

Ahora, en cambio, vemos lugares como Foro Sol (por la cerveza), Centro de Convenciones Banamex, Expo Bancomer Santa Fe, Cuervo Salón (por el tequila) o Estadio Omnilife (aunque nadie le llame así).

En los recientes Juegos Panamericanos de Guadalajara surgió toda una lista de lugares con nombres de empresas: Estadio Telmex de Atletismo, Centro Acuático Scotiabank, Complejo Nissan de Gimnasia, Complejo Telcel de Tenis…

Este tipo de títulos provoca que al mismo tiempo que se indica el lugar del espectáculo, acto cultural o deportivo, se haga publicidad de una marca, es decir, la simple pronunciación del nombre se convierte en un promocional.
Con este recurso las empresas han logrado en cierta forma adueñarse de los espacios populares. Ya no importa poner un buen nombre, sino promocionar una marca. Es la omnipresencia de la publicidad en nuestras vidas, aun en los lugares a los que uno se va a olvidar un poco del mundo cotidiano.  

morel

jueves, 27 de octubre de 2011

El engaño de la publicidad integral



Cuando era apenas un niño (que no es un asunto menor), me despertaba temprano todos los domingos y prendía la televisión. Veía las Fantasías animadas de ayer y hoy repetidas 587 veces o le ponía a En familia con Chabelo. Ahí, además de aprender qué es la katafixia, admiré toda la gama de productos que anunciaba el eterno niño, en especial pastelitos de Marinela (Gansito o Pingüinos), frituras de Sabritas y, en época de Reyes, los triciclos Apache y toda la línea de Mattel. Inocente yo, absorbí toda esa publicidad que se incluía dentro del programa como “mensajes de los patrocinadores”. ¡Qué forma más fácil de inculcar en los futuros consumidores la preferencia hacia determinadas marcas!

El sistema de promover productos de manera que se haga ver “natural” dentro del contenido de un programa ha tenido un auge impresionante en los últimos años, a tal grado que también se adaptó a la propaganda política, aunque ya desde hace décadas en los periódicos se publican gacetillas o boletines sin advertir al lector que es una inserción pagada.

La publicidad integral implica la promoción simultánea de un producto desde distintas vías, ya sean directas o disfrazadas; es un “paquete” que los medios ofrecen a sus anunciantes y puede incluir desde un spot en programas de alta audiencia hasta la presencia o mención de sus productos como parte del contenido de una novela, serie, emisión deportiva o de un noticiario.

¿Por qué ese afán de engañar el espectador? ¿Por qué mimetizar la información con la propaganda? ¿El entretenimiento con la publicidad? Este fenómeno ha sido impulsado por las corporaciones de medios que abarcan diversas plataformas de comunicación (impresos, televisión, radio), como Televisa o Grupo Imagen, y por lo tanto pueden ofrecer la presencia del producto o persona en múltiples espacios al mismo tiempo; sin embargo, ya ha sobrepasado los límites y ni en el gobierno ni entre los legisladores se percibe algún indicio para entrarle a su regulación. Lo preocupante es que esta forma de promoción se ha extendido de forma cínica a todos los medios: radio, televisión, publicaciones impresas e incluso al cine.

¿Cuál es la gran ventaja de la publicidad integral frente a la tradicional? Que se salta la barrera de resistencia que el público receptor opone a los anuncios. La mayoría evita ver publicidad, ya sea cambiándole de canal, con su indiferencia o su falta de interés; en cambio, cuando el anuncio se mezcla con el contenido de la obra mediática, se tiene la atención del público y, por lo tanto, una mejor recepción del mensaje publicitario, que logra brincar el muro mental que casi todos ponemos cuando nos percatamos de que van a pasar comerciales.

Todo anunciante quiere llegar directamente a su mercado: con la publicidad integral lo puede consiguir. Sin embargo, los medios electrónicos se rigen por el Reglamento de la Ley Federal de Radio y Televisión, que establece en su artículo 39 que debe haber “un prudente equilibrio entre el tiempo destinado al anuncio comercial y el conjunto de la programación”.

Y aquí es donde se complica el asunto porque no se ha dispuesto cómo medir la publicidad que se transmite como parte de la programación y el tiempo que representa dentro de su contenido.

Según el reglamento, para la televisión el espacio destinado a publicidad no debe exceder del 18% del tiempo total de transmisión de cada estación; para radio, no se podrá pasar del 40%. ¿En realidad se cumplen estos tiempos? ¿Quién hace la diferencia entre la publicidad integrada a los contenidos y la que se difunde aparte? ¿Cómo se contabilizan? ¿Cuándo van a regular este fenómeno las autoridades?


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Y ahora vamos con los ejemplos, que son muchos y de todo tipo, para que no se diga que inventamos cosas.

Los consumidores del futuro

En familia con Chabelo es pionero en la publicidad integral y el principal programa infantil donde se transmite un mensaje al mismo tiempo que se promociona un producto, lo cual representa grandes ganancias tanto para el medio como para las anunciantes.

Xavier López afirmó en 2003, después de tener un conflicto de horarios con Televisa, que sigue trabajando en la empresa “no porque les caiga muy bien, sino porque soy buen negocio. […] Porque así que dijera ¡cuánto me quieren!, pues no. La televisión donde trabajo es una empresa de negocios, no es una institución de beneficio”. En familia con Chabelo condiciona a sus anunciantes a comprar mínimo tres minutos para aparecer en el programa; por supuesto, hay quien los paga: en 2002 hubo patrocinadores que pagaron hasta nueve minutos para salir al aire.



El “amigo de todos los niños”, además, es un buen referente, un personaje que causa simpatía, tiene seguidores que ponen atención a lo que dice (así sean comerciales) y hacen caso a sus recomendaciones (de juguetes, por ejemplo). ¿Qué más pueden pedir los anunciantes? A través de su programa dominical de concursos que es visto por millones de familias en todo México, Chabelo ha moldeado, desde hace 41 años, a los consumidores del futuro.

Pero la televisión “pública” no escapa a la tentación de la publicidad integral, si bien la usa para allegarse recursos necesarios para producir sus propios contenidos. En Once Tv el ejemplo más destacado es El diván de Valentina, que mostró cómo mezclar una buena historia, dirigida principalmente a los niños, con publicidad de los productos Bimbo. No era casualidad que de repente Vale degustara placenteramente un Negrito, que la cámara pusiera en primer plano unas Donitas o que toda la familia cenara con unos paquetes de Mantecadas.

El agua Ciel ha utilizado a la serie juvenil Soy tu fan (ya en su segunda temporada) para promocionarse, como un medio más de su campaña que tiene como imagen principal a Ana Claudia Talancón, quien tiene el papel estelar y es productora del programa. De igual manera, en las otras series de Once Tv, XY y Bienes Raíces, no hay capítulo en que no se promocione a Apple; todos los protagonistas de ambas series usan sus Mac, iPhone y iPad.

Las transmisiones deportivas –tanto de radio como de televisión– se han vuelto destacadas representantes de la publicidad integral. En las peleas de box y especialmente en los partidos de futbol (no se diga en los juegos del Tricolor o en el Mundial), oímos o vemos cómo los comentaristas mezclan la narración del espectáculo con el anuncio de productos como automóviles, cervezas, tarjetas de crédito, telefonía, etc.

En la televisión hemos visto cómo los refrescos Jarritos se inmiscuyen en programas de Televisa, ya sean matutinos o de deportes, y son promocionados por los mismos conductores. Jaime Maussan, en Tercer Milenio, publicita una marca de calentadores solares y una clínica para operaciones de la vista como si fueran parte de un reportaje del programa.

Este sistema de publicidad ha tenido tanto éxito que ya hasta se han hecho producciones dedicadas específicamente (y cínicamente) a mezclar anuncios con el contenido, siguiendo el ejemplo de En familia con Chabelo y dirigidas a los sectores populares. Ahí está el caso de Atínale al precio, en Televisa, que al parecer tiene una alianza con Chedraui para promover la compra en ese supermercado de todos los productos que participan en el concurso. También están los “Progress Tips” en Venga la alegría, de Tv Azteca, que a través de “cápsulas de nutrición infantil” anuncian la línea Gold de fórmulas lácteas de Wyeth, ahora propiedad Pfizer. De esta misma empresa, Cadena Tres hace unas semanas promocionó, en el noticiario de Yuriria Sierra con Mónico Chimpanzón, la nueva variante Viagra Jet, que tiene la novedad de ser masticable.

La política

Pero la política, como siempre, no se escapa, y es que es mucha la tentación ante la poca credibilidad que tienen casi todos los funcionarios públicos. Enrique Peña Nieto es el más destacado usuario de la publicidad (en el fondo propaganda) integral. Su alta presencia en los contenidos de las dos televisoras nacionales, especialmente en Televisa, confirmó que tiene acuerdos que abarcan desde promocionales de su gobierno, invitaciones o referencias en programas de diversa índole (incluso de chismes o de variedad matutinos), ya sea de forma individual o con su pareja Angélica Rivera (la Gaviota), hasta su mención en noticiarios como el de Joaquín López-Dóriga e infomerciales colocados después del corte. Claro, nada de esto es gratis, cuesta una millonada que pagan los mexiquenses.

El Partido Verde también aprovechó los paquetes de publicidad integral que ofrece Televisa. En 2009 la empresa consiguió a dos actores jóvenes que participan en su programación, Raúl Araiza y Maité Perroni, para hacer campaña a favor de los diputados del Verde en las elecciones de ese año. La estrategia incluía la promoción del partido en diversos medios de Televisa, como la revista TV y Novelas o la telenovela “Gancho al corazón”, donde Perroni salió a escena con una playera con la leyenda “Soy Verde” (uno de los pilares de la campaña), lo que llevó al IFE a establecer una multa contra el Verde.

La ética, a volar

El periódico Reforma desde su fundación se ha preciado de no aceptar gacetillas políticas y llevar su propia agenda. Sin embargo, en el plano empresarial no sigue los mismos principios. En ese campo sí acepta que le dicten una línea editorial específica para sus notas periodísticas: los negocios son los negocios, han de decir los dueños regiomontanos. Por eso en sus páginas se pueden leer anuncios disfrazados de información que promocionan, por ejemplo, los cartuchos Hewlett Packard en la sección de tecnología “Interfase”. Recuerdo una nota en la que se hablaba de lo dañino que resultan para las impresoras los cartuchos “pirata” o rellenados y se hacía mención a una marca que la reportera (o publicista) decía que tenía las iniciales de Harry Potter, obviamente HP. Daba tantos argumentos que me la creí y pensé en nunca más rellenar el cartucho de tinta para mi impresora, no fuera a descomponerla. Seguí leyendo y en la última página de la sección apareció, a plana completa, un anuncio de cartuchos originales HP y su alta confiabilidad. ¿Otra casualidad? Tiempo después leí de nuevo la misma sección y me encontré con una nota similar; posteriormente noté que Hewlett Packard tiene una gran campaña publicitaria contra la piratería y el relleno de cartuchos de impresora que seguramente incluye mensajes informativos disfrazados de publicidad en el Reforma.

¿Qué es lo grave de esto? Que los medios de comunicación pierden su bien más preciado: la credibilidad. Nunca volveré a confiar en una nota de ese tipo. Reforma, que se dice independiente políticamente, tuerce sus principios ante el sector empresarial. Para mí, sinceramente, ambos casos son reprobables porque siguen el mismo objetivo: engañar al público con la promoción enmascarada de una persona o producto como si fuera parte del contenido periodístico del medio.

En la radio también hay casos notorios, como el del programa de Toño Esquinca y la mezcla que hace de comentarios propios de su programa con la promoción de agencias de préstamo de dinero. O el de la Ke Buena y Revelation Plus, que hacen creer al auditorio que un radioescucha pregunta (regularmente lo mismo) sobre el producto y la “Licenciada” –de quien no se conoce el nombre–, representante de ventas del aparato para bajar de peso, responde a los cuestionamientos; sin embargo, todo es una farsa grabada con anticipación, un guión preestablecido, ya que la “Licenciada” ni siquiera habla en vivo.

También el cine 

Por último, vamos con el cinematógrafo, esa maravilla que hasta hace poco había escapado a la publicidad integral. Empecemos con la película de Los Simpson, donde casi al comienzo se anuncia un programa de Fox Entertainment (productora de la famosa serie); aunque parece una burla sobre la promoción de productos mezclada con el contenido de los medios, al final resulta ser también publicidad para Fox.

En Hellboy 2, dirigida por Guillermo del Toro, hay una secuencia donde el protagonista de la película “Rojo” y su fiel amigo Abe Sapien (un sabiondo hombre-pez) se ponen una borrachera con unos six de cervezas Tecate. La escena es buenísima y conociendo a Del Toro es posible que haya elegido que los personajes se embriagaran específicamente con Tecates para darle un tono bizarro a la situación; a pesar de ello, también es publicidad para la bebida.

Aquí, sin embargo, cabe una pregunta: ¿dónde se encuentra el límite entre realidad y promoción intencionada? Nuestra vida está llena marcas registradas, de productos que ostentan su nombre y quién los fabrica; las películas, cuando tienen la intención de reflejar parte de la realidad, deben captar también las marcas porque son parte de este mundo. Si no lo hacen, resultan inverosímiles, y en eso son expertos muchos de los directores mexicanos que, para evitar hacer publicidad gratis, le quitan las etiquetas a los productos –especialmente a cervezas–, aunque se vea que es una Corona o una XX Lager (ya ni el célebre “Superportero” haría eso). Y lo que sucede es que así no me creó la historia, en mi cotidianidad no hay cervezas sin etiqueta. ­­­­­­­­­­­­­­

Y aquí llegamos a la joya de la corona de la publicidad integral en cine; pero antes una explicación: Pfizer, la mayor farmacéutica del mundo, montó una campaña gigantesca ante la pérdida de patente de su producto estrella Viagra, que le ha redituado tantas ganancias. La estrategia abarcó a la mayoría de los canales de comunicación y tuvo la novedad de incluir la producción de una película: De amor y otras adicciones (2010).

Este filme protagonizado por Jake Gyllenhaal y Anne Hathaway es, descaradamente, un comercial de Viagra envuelto en una historia romántica con actores famosos y de cierta trayectoria. El personaje central es un Representante de Ventas de Pfizer que logra el éxito gracias a que se enfoca en la venta de la célebre “pastilla azul”, de la cual se recalca que es pionera en el tratamiento contra la disfunción eréctil.

Entre la mercadotecnia y la publicidad, De amor y otras adicciones sólo es un medio más de la campaña para promocionar los medicamentos producidos por Pfizer (además de Viagra, aprovechan para destacar Zoloft, tratamiento que compite con el mejor posicionado Prozac para la depresión) y reforzar su marca entre el público. Tan sólo hay que ver las veces que aparece el nombre de la compañía y el tono apológico con que se le presenta.

No imagino cuántos millones de dólares le costó a Pfizer participar en la producción de esta película, conseguir un guión adaptado a su intención publicitaria, convencer al director Edward Zwick (El último samurái, 2003; Diamante de sangre, 2006) de que filmara la historia, contratar a miembros del star system hollywoodense… Pero lo que queda de manifiesto es que ese monto revelaría la importancia que tiene Viagra para la farmacéutica y cómo se verán afectadas sus ganancias debido a la libre fabricación del medicamento por otros laboratorios.

Lo curioso y preocupante de este caso es que se supone que en México existe la crítica cinematográfica, que hay quienes se dedican a analizar los filmes y a recomendar verlos o no. Una industria cultural necesita –además de generar ganancias a como dé lugar y producciones taquilleras– críticos que les importe la calidad de una película, que orienten al espectador sobre lo que va a presenciar o por lo menos le informen que va a ver un anuncio publicitario disfrazado de película de amor cuyo valor cinematográfico es nulo. No recuerdo a alguien que mencionara el asunto, por más evidente que era; parece que no pueden ver más allá de la faramalla de las premieres (donde los consienten mucho) ni de lo que dicen los boletines promocionales. Los críticos de cine en nuestro país brillan casi siempre por su ausencia.

Al final quienes pierden son los espectadores que van al cine a apreciar una buena función cuando resulta que pagaron por ver un comercial más. Uno francamente se siente defraudado y no puede hacer nada, pero espero que con el tiempo, y al hacerse más evidente el engaño, el público aprenda a diferenciar un contenido honesto (por malo que sea) de la basura publicitaria.

morel

sábado, 15 de enero de 2011

Cómo se escribe una crónica


Empecemos. Cómo hacer una crónica. Entre la noche álgida recostado sobre el sofá me inclinó y contemplo... No, no, no y no... Piensa... Piensa... La luna menguando frente a mi ventana, mientras un perro solitario ladra por su territorio; mis ojos alcanzan a vislumbrar las últimas luces de la noche, los faros de los comercios que desaparecen para terminar un arduo día.

Yo, mientras, solo en mi cuarto, alumbrado únicamente por el fulgor ámbar de una lámpara rústica y antigua, pero de mi agrado. Al enrollarse una cortina metálica se anuncia el cierre del último establecimiento comercial de la manzana que quedaba vivo entre la fría oscuridad. Ahora todos a dormir. Todos, excepto yo y el perro que sigue ladrando no sé a quién ni a qué, tal vez a un fantasma; no, no conviene que piense eso, porque en dado caso puede darme miedo y así no voy a empezar esta crónica.

Seguiré con la esperanza de no quedarme sin luz, porque me encuentro en algún punto de Iztapalapa y, para ser honestos, en esta delegación los apagones son cotidianos. En fin. Aquí me tocó vivir. Aquí a diez minutos del famosísimo –eso digo yo– y agraciado –eso dice mi papá, quien es un visitante consuetudinario– Cerro de la Estrella. Sí, ahí donde se une la multitud para representar la crucifixión en la Semana Santa, y donde –dice mi devota abuelita– pudo haber filmado Mel Gibson La Pasión de Cristo. Ay abue.

Ahora el silencio inunda totalmente mi nocturna y fría empresa. Mejor, tal vez así me concentre y no ande pensando en escenarios de películas. Silencio ahora interrumpido por el vuelo de un avión. Me asomo para ver, pero no veo. Sólo un negro paisaje: el faro de la calle no funciona ni alumbra como debiera.

Ahora me siento frente al escritorio para ahora sí empezar esta crónica. Debe quedar bien hecha. El escritorio no me causa inspiración alguna, es café y está viejo, rayado, pintarrajeado, con cera pegada de las velas que usamos en el último apagón, de madera roída, incluso llega a ser un poco misterioso y fantasmal. ¿Fantasmal? No, dije que no iba hablar de eso y no lo voy hacer, porque me da miedo y quiero terminar mi crónica; claro, nada más que la empiece.

La pared tampoco me inspira, ya le hace falta una pintada, y resanarla, es color durazno deslavada en mugre y rayones de mi hermanito. Llena de fotos del otrora asiduo corredor de mi papá, recuerdos de cuando competía en diversas carreras, desde una pequeña donde dan al ganador un trofeo hasta el agotador maratón. Del muro cuelga un reloj de bronce que me da la hora sin querer: 10:45. No puede ser, llevo casi dos horas y no empiezo la crónica. Dios santo ayúdame, Virgen de la caridad socórreme, décima musa auxíliame.

Y sigo en la pared y encuentro algunas fotografías en blanco y negro sobre la Revolución Mexicana. Y ahí está Emiliano con su figura y mirada inquebrantables, galante, posando con el fusil en la mano y su sombrero de charro. En otro lado están Villa y Obregón –cuando todavía tenía brazo–, juntos, serios, delante de todo un ejército.

Ya me aburrí. No veo nada interesante. Si ocurriera algún incendio enfrente de mi casa, o una tragedia al vecino, si lloviera y se inundara la calle, si hubiera una pelea en la esquina, un choque de automóvil, unos novios disfrutando placenteramente de la oscuridad... No sé, algo interesante, algo periodístico. Si no ¿de qué voy hacer mi crónica? Espera... Oigo el derrape de unas llantas... ¡aaahhh!... Nada.

Y ahora lo que me faltaba: un mosquito. De por sí no me logro concentrar y este pinche mosco se esfuerza en molestarme. ¡Pinche mosco! Creo que ya me enojé. Su zumbido es angustiante: zzzzzzzzzzzzz... Nada más me picas… No, mejor pícame. Ahora podré decirle a los de la revista: saben qué, un mosquito me picó la mano y, lamentablemente, no pude escribir la crónica que me pidieron, ustedes dispensen. Sí, ya lo tengo: el plan perfecto, el pretexto insuperable. Soy bien chingón.

Ya se fue el mosquito, pero no me hizo nada. En fin. Ni modo. Ahora sí empezaré en serio. Silencio. Tranquilidad. Concentración. Muy bien, sólo me falta elegir el tema de la crónica que seguro será excelente, magnífica, prodigiosa... Aunque pensándolo bien, tal vez yo no sirvo para esto, no se me da eso de hacer crónicas. Creo que este oficio no es para mí. Decidido: soy un inútil cronista, como cronista soy inútil. Me doy por vencido… No, no puedo, tengo que hacerla, muchos esperan más de mí. Lo intentaré: empezaré a escribir: empecemos...

morel

jueves, 4 de noviembre de 2010

La guerra del acento... y otras batallas II

A Felipe Garrido

La guerra del acento no ha concluido, aún no se tiene un dictamen definitivo, pero la RAE ya impuso el uso de la palabra “solo” sin tilde diacrítica para sus dos significados admitidos. En la edición conmemorativa de la novela de Carlos Fuentes, La región más transparente, publicada por la Asociación de Academias de la Lengua y Alfaguara, y distribuida a los dos lados del Atlántico, no les importó diferenciar a dicha palabra por el acento diacrítico, aunque su uso no aporte precisión ni claridad al texto.

La mayoría de los grupos editoriales españoles (Santillana, Océano, Planeta) sigue la línea que establece la Real Academia. El País, un gran medio de comunicación en español con presencia internacional, perteneciente a Santillana, también secunda las normas dictadas por la RAE. Las editoriales de España inundan el mercado latinoamericano con millones de libros que manejan el mismo criterio ortográfico y gramatical.

Sólo digo que intentan imponer su parecer a los hablantes de la América hispánica por medio de determinado uso del idioma a través de periódicos, libros, sitios de Internet, etc.

Sería descabellado (o tal vez no) que para celebrar el bicentenario de la Independencia, se pida que de ahora en adelante se pronuncie “Méshico” o “meshicanos”, o que al menos se escriba siempre con “x”. Por ejemplo, hace poco vi que existe El vampiro de la calle Méjico (Anagrama, 2002), novela del español Vicente Molina Foix, y que algunas traducciones españolas siguen escribiendo el nombre de nuestro país con “j”.

(Y aquí viene otro asunto que debería importar tanto para la independencia editorial mexicana, como para la defensa de nuestra peculiaridad idiomática. No se trata de romper las reglas, sino de aceptar nuestras variantes lingüísticas sin restricciones de una institución. Empezaría por pedir traducciones a un español común, para evitar las gilipollas que menciona Vicente Leñero, o al español mexicano, lo que al mismo tiempo impulsaría la industria editorial nacional; incluso es necesario que cada cierto tiempo surjan versiones para las nuevas generaciones, aunque siempre habrá las traducciones que perdurarán, como “El cuervo”, de Enrique González Martínez, o El hombre que fue Jueves, de Alfonso Reyes.)

Dirán que por qué tanto barullo por unas cuantas palabras, pero en el fondo es la defensa del uso de la lengua por una nación –y un continente– de hablantes, la protección de su singularidad y de su soberanía lingüística.

Se debe aceptar sin condiciones que en el idioma español existe la diversidad dentro de la unidad, por eso es una buena señal la publicación del Diccionario de Americanismos, en donde, con ese espíritu de apertura y un afán descriptivo más que normativo, se reúnen “sin ningún tipo de dilema moral” vocablos, giros, acepciones y entradas que se utilizan en América Latina. Se incorporaron incluso términos de la jerga del narco, como “levantón” o “ejecutar”. “Ahí está, no hay que negarlo y es parte también de la lengua española”, expresó José Moreno de Alba en la presentación.

Entonces, ¿qué nos queda? Resistir la presión de las “autoridades lingüísticas”; la única forma en que podemos hacerlo como hablantes –y quizá la más efectiva– es defendiendo nuestro uso del español mediante el acto cotidiano del habla y a través de la escritura.

Si el narco pudo, que nosotros no lo logremos…

morel

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La guerra del acento... y otras batallas I

A Felipe Garrido

Hoy proclamo mi independencia. Hoy declaro que mi lengua es libre y soberana, que la lengua mexicana tiene derecho a desarrollarse según le dictan su idiosincrasia, su peculiaridad mestiza, sus características históricas y geográficas, y, por supuesto, sus hablantes.

Yo, que me inclino por el sistema republicano, rompo el yugo que impone a mis palabras la Real Academia Española y manifiesto mi placer por el juego, los reveses y las contraindicaciones. Digo que no me sujetaré a sus mandatos; que su lema “Limpia, fixa y da esplendor” no me preocupa. Aunque haya normas convencionales que seguir, el lenguaje lo creamos todos cada día y no se sujeta a los dictados de una institución.

Por eso, a doscientos años de independencia nacional, no puedo aceptar que la RAE quiera seguir imponiendo sus puntos de vista respecto al idioma español. Sabemos que hace apenas algunos años (durante el sexenio de Ernesto Zedillo), la monárquica institución aceptó la grafía México en lugar de Méjico, con la “x” según su sentido original, proveniente de los mexicas, aunque se siga pronunciando con el sonido de la “j”, y no “Mé-shi-co”.

Son muchas las palabras –principalmente del náhuatl– cuya pronunciación primigenia se perdió debido a la traslación al español de fonemas indígenas con el sonido “sh”, así como por la incapacidad de los conquistadores para enunciarlos. Ese tipo de articulaciones pasaron la mayor de las veces como “j”, su uso ha persistido así por muchos siglos y el ejemplo máximo es el nombre de nuestro país.

Xalapa, por ejemplo, es una palabra cuyos usuarios se resisten a escribir Jalapa o incluso, en esas tierras veracruzanas, a pronunciarla con “j”, y la nombran “Shalapa”. Xochimilco es otra que parece nunca aceptará la “j” en lugar de la “x”; Xola tampoco. Pero Ajuchitlán, en Guerrero, ya perdió su grafía y su pronunciación originales: “Axochitlan”; Oaxaca se despidió de su sonido de “x”; Ixtapalapa se convirtió en Iztapalapa; axolotl cambió a ajolote…

Una lengua impone sus palabras por el uso que le dan sus hablantes, ellos la adaptan a sus necesidades, gustos y costumbres. Pero España, como la meca (nótese el origen árabe del vocablo) del idioma, a veces quiere imponer un solo uso del español a todos los que lo practicamos.

¿Cómo lo pretende imponer? Por dos vías: la RAE y su enorme industria editorial, que además trabajan a la par en este caso.

Y así llegamos al meollo de este ensayo: la guerra del acento que se entabló entre la RAE y la Academia Mexicana de la Lengua (con el derecho de imposición y de veto de la primera). Por el uso de una tilde diacrítica estas dos instituciones están en discusión.

La RAE quiere que no haya diferencia en la escritura de la palabra sólo –de únicamente, usado como adverbio– y solo –de soledad, usado como adjetivo– y que sólo se distingan por el contexto en el que se utilizan. Es decir, pretende sólo una palabra para significados distintos, lo cual, en vez de simplificar su uso, dificulta su comprensión.

(Habrán notado que hay ocasiones en que el contexto no es suficiente para determinar el sentido correcto de una palabra.)

Por su parte, la AML, presidida por José G. Moreno de Alba, envío un documento a la RAE y a las demás academias del español, en el cual defiende y argumenta el uso de la tilde diacrítica para evitar confusiones al lector y por una mayor claridad en lo que se escribe, para beneficio de los hablantes de la lengua con una menor preparación gramatical.

morel 
[Continuará...]

domingo, 22 de agosto de 2010

El derecho del consumidor II



Las prácticas monopólicas y desleales utilizadas por jugos Del Valle contra Boing! no son una nueva estrategia de Coca-Cola, ya antes las había usado para sacar a Big Cola del mercado. A mediados de 2008 un grupo de tenderos denunció a la transnacional por imponerles exclusividad, presionarlos para no vender bebidas de la refresquera peruana, así como por “coerción e intimidación de dueños de puntos de venta, coacción mediante pagos y promociones, y retiro y destrucción de propaganda y mercancía de Big Cola”.

Los de Coca-Cola llegaron incluso a cambiar una caja de Big Cola por dos de su producto, para después tirar el líquido a la coladera, con tal de que no se ofrecieran las bebidas de la competencia que ganó presencia entre los consumidores gracias a sus presentaciones jumbo que le hicieron ganar clientes en los pueblos pequeños y entre la gente de pocos recursos. La Comisión Federal de Competencia (CFC) intervino y después de un largo juicio, multaron por 16 millones de dólares a The Coca-Cola Company y sus principales distribuidores en México.

Sin embargo, la Big Cola no se recuperó del golpe, a tal grado que ya casi no tiene presencia en el mercado y apenas si se ve en los aparadores, aunque su impacto en la industria fue tan grande que las otras refresqueras comenzaron a luchar para ver quién vendía las botellas más grandes llenas de agua azucarada con gas. Por eso ahora podemos encontrar envases hasta más de tres litros, y a pesar de que esto parezca un beneficio para el consumidor, es una causa de que los mexicanos seamos los que más toman refresco en todo el mundo y de que el problema de la obesidad se haya vuelto tan grave en los últimos años.

Según la política “por una libre competencia” de Coca-Cola, cuyo acatamiento fue una condición para que la CFC aceptara la compra de jugos Del Valle, la empresa no podrá “restringir artificialmente la diversidad de marcas que un cliente esté dispuesto y pueda manejar”, ni “realizar consideración alguna sobre el espacio que se les proporcione a los refrescos de The Coca-Cola Company, ya sea en el anaquel o en el equipo de refrigeración”. Es claro que el acuerdo no se ha cumplido, no sólo en detrimento de Pascual, sino de los compradores.

Cabe decir que las prácticas de exclusividad no sólo se presentan en la industria refresquera, también en la cervecera, lo cual limita la libertad de elegir del consumidor entre una marca y otra, y se enfrenta a que le vendan algo que no le gusta pero tiene que comprar porque no hay otra mercancía. ¿Cuántas veces ha ido al Estadio Azteca y sólo hay Sol? Esta cerveza tiene la mejor publicidad (ya lo vimos en el Mundial de futbol), pero es de las peores del mercado (¡qué ironía!): más allá de sus campañas no tiene nada bueno.

De igual forma, en los Oxxo –propiedad de Coca-Cola Femsa– nada más venden bebidas de la Cuauhtémoc-Moctezuma. En la mayoría de los bares y antros podemos elegir sólo bebidas de una compañía cervecera. ¿Y si me quiero emborrachar con Indio y Corona, con XX Lager y Victoria, con Tecate y Modelo? Seguramente quedaría como caguama fumigada y al otro día no me levantaría; sin embargo –es triste decirlo–, eso nunca podría suceder: es imposible, salvo que compre unos cartones de cada una y me los lleve a la casa.

Pero aquí le dejo: empecé hablando de comida callejera, seguí con Boing! y terminé con bebidas alcohólicas. No creo que ese camino lleve a nada bueno.

Posdata. Se me olvidaba comentar que después de reclamarle a la señora de los tacos por no tener Boing! en su refrigerador, la próxima vez que la visité ya tenía de nuevo de mi bebida preferida, aunque escondida entre los refrescos de la Coca-Cola.

morel

miércoles, 18 de agosto de 2010

El derecho del consumidor I


No hay mejor bebida para acompañar una torta carrereada rellena de grasa y embutidos, unos tacos al pastor con salsa verde, cilantrera y bien picante, un caldo de gallina vieja y pellejuda, unas gordas chicharroneras (ejem) con harta lechuga, unas quesadillas con más cebolla que pollo, unos sopes con sus frijolitos y un bistec seboso encima, unas memelas talla gigante de tortilla azul y con queso tipo plástico… En fin, no sigo porque esto no es un recetario; lo que quería decir es que no hay mejor bebida refrescante para maridar estos apetecibles alimentos que un Boing!

Sí, un Boing! –no un refresco, no una Coca ni un jugo Del Valle– es mi favorito a la hora de las comidas callejeras, y advierto que no trabajo para la empresa. Apuesto a que mucha gente coincide conmigo. Lamentablemente, en los últimos meses he tenido problemas para ejercer mi derecho como consumidor, ya que no se me ofrece la posibilidad de elegir entre un líquido y otro, entre una marca y otra, lo cual me provoca un verdadero enfado.

Resulta que, en los puestos donde regularmente como, le han quitado la opción de tomar Boing! a sus clientes. Pero ellos no cargan con la culpa, sino la principal empresa embotelladora y refresquera de México: Coca-Cola, que en su afán de abarcar más mercado de lo que tiene permitido, acaba con la competencia de manera desleal.

Después de que en noviembre de 2007 The Coca-Cola Company concretó la compra de Jugos del Valle (segundo productor de jugos en México, después de Jumex y antes que Boing!) por 370 millones de dólares, uno de sus principales objetivos respecto a la distribución fue conquistar los puntos de venta del comercio informal, es decir, los locales sobre calles y banquetas.

Según me contaron los propietarios de los puestos, los distribuidores de Coca-Cola condicionan la venta de sus refrescos a la compra de jugos Del Valle, que además de ser una imitación de los Boing! que por décadas se han vendido en este tipo de establecimientos, son insípidos y los residuos del colorante amarillo –cuando son de mango– se pegan a la superficie del envase de vidrio, lo cual los hace ver más artificiales de lo que son.

Los de la Coca-Cola también los amenazan con quitarles los refrigeradores donde los conservan si ven que ahí tienen Boing! en lugar de Del Valle. A los dueños no les queda más que dejar de vender los productos de la cooperativa Pascual, mientras que yo tengo que aguantarme la sed y pasarme la comida con la saliva.

[Continuará...]

sábado, 19 de junio de 2010

Váis

Monsi ¿por qué te váis? 

Te fuiste pero no te llevaste la zalamería.

No se por qué no puedo sentirme de luto o entristecer; nunca pude afirmar que debía vivir por el bien de México, acaso (y eso sería suficiente) debía hacerlo por su propio bien y el de sus familiares y amigos.

Si alguien se lamenta sinceramente y quiere rendirle homenaje, mejor que vaya a sus libros; si puede, que lo goce, lo comente y lo critique. La crítica -y no la adulación ramplona- le haría mucho bien a su obra y a México.

Me enerva el culto a las personalidad, la adoración de las figuras públicas. Nada de luto nacional. Cualquier persona, con todo respeto, es prescindible, los que en verdad importan son los que vienen en camino, no los que ya dieron lo que tenían que dar.

morel

viernes, 4 de junio de 2010

BUROCRACIA HECHA EN CU (II/II)

 
Los trabajadores sindicalizados son parte fundamental de la UNAM, organizan y participan en significativos actos políticos y culturales, pero el mal servicio que brindan a los universitarios –díganme a quién no le ha tocado– me ha puesto en contra de ellos.

He sabido que las secretarias de la Facultad de Química son especialistas en hacer sufrir a los alumnos (según me cuentan, disfrutan al ver los rostros agobiados): te hacen caras cada que vas a hacer algún trámite, se enojan fácilmente si les preguntas algo, te tratan como tonto si no entiendes sus explicaciones y para ellas casi siempre es imposible resolver tus problemas académicos.

Por mi parte, he tenido que dar vueltas y vueltas –no importa decir el nombre de la facultad o de la oficina, el problema es generalizado–, porque el encargado del departamento en el cual debo hacer el trámite no vino, o se fue a comer, o nadie sabe dónde anda, o ni va a llegar porque es día de pago y ese día los sindicalizados pueden faltar porque tienen que ir a cobrar su cheque al banco, y ya saben las filas que se hacen, las distracciones con que se pueden topar, los contratiempos… No han aceptado cobrar su quincena por medio de un depósito bancario, no, ¡cómo va a ser!, la tecnología esclaviza al pueblo, es mejor mandarla a volar. Su ausencia durante la jornada está justificada: prefieren sacrificar su trabajo y su tiempo, aunque pasen horas formados frente a la cajera para recibir su efectivo. Y a uno no le queda de otra: mejor venga el lunes, pero no tan temprano, ¿que no abren a las nueve?, sí, pero el licenciado llega y se va a desayunar, así que seguro lo encuentra después de las doce…

Cuando inicié los trámites para titularme, pasé momentos de verdadera angustia: algunas secretarias, además de lentas, me daban información errónea, una se equivocó en poner el título de la tesis, otra en mi nombre; di unas cuantas vueltas porque me faltaba un sello o una firma que me pudieron haber pedido con anticipación; el día que fui a entregar los papeles completos organizaron una junta los del STUNAM, sin previo aviso cerraron las oficinas y tuve que regresar en otra ocasión que gozaran de mejor humor.

Para terminar, mencionemos las marchas, esas que los del STUNAM no se pierden, a las que son tan afines y no pueden faltar porque es en favor de una causa social digna, su ausencia masiva se redime en un acto solidario por el bienestar del pueblo. Sin embargo, creo que los universitarios son quienes sufren las consecuencias, pero no quiero que se piense que siempre son las pobres víctimas, sólo deseo expresar que, sin que uno se lo espere, puede llegar cualquier día a Ciudad Universitaria y encontrarse con que no hay “pumas” para el transporte interno porque los conductores fueron a una manifestación; entonces uno tendrá que caminar o si tiene prisa o va muy lejos, tomar un taxi y sacrificar (por el bien del pueblo) su comida, que al fin y al cabo un día sin tragar no es nada.

Puede pasar también que llegues a recoger tu título –por fin, tras meses de espera– y justo ese día que pediste autorización en el trabajo, se les ocurre no abrir las oficinas (tu jefe te advirtió que era el último permiso) porque hubo aplicación de exámenes, y aunque dudas que para ello ocupen los escritorios y las ventanillas en donde despachan a los egresados, no puedes hacer nada: sientes impotencia y coraje. Entonces te preguntas si estas personas no tienen sensibilidad, si no piensan en los demás, si creen que uno tiene todo el tiempo del mundo o está a su disposición para cuando ellos quieran o qué chingados. Te resignas, tienes ganas de derribar la puerta, saltar la reja o golpear al vigilante, pasar por tu título e irte de allí, pero te aguantas, será para la otra, tuviste mala suerte esta vez…

Y regresas otro día, te dan el título sin ningún problema. Muchas felicidades, la secretaria nada más no te da un abrazo porque el vidrio se interpone, ¡felicidades!, y te vas contento, aunque al siguiente día sabes que descontarán más de 500 pesos de tu miserable quincena por haberte ausentado sin permiso. Eso te pasa por faltar (recuerdas que no perteneces al STUNAM). En fin, te dices: todo sea por el bien del pueblo.

morel